martes, 8 de noviembre de 2011

Lagrimas escondidas

    Todo comenzó unos meses antes, a Salva se le empezó a retraer el dedo índice de la mano derecha. Como ya lo habían operado antes de un dedo en resorte, no le dimos importancia. También tenia menos fuerzas en ese brazo. En esos meses, a primeros del 2010 estaba especialmente más nervioso, se le había terminado la comisión de servicio en Granada y tenia que volver a Barcelona a trabajar. Volvíamos a estar como al principio: el en Barcelona y yo en Granada, esta vez sola y con dos hijas.

   El venia cada quince días cada vez que lo veía me daba cuenta que andaba arrastrando los pies y se caía sin motivo. El decía que le fallaba la rodilla. Pero continuaban las caídas fortuitas, la verdad es que Salva siempre ha sido un poco despistaillo y se iba dando golpes, pero lo que yo veía ahora no era normal.

   Por fin le dieron una nueva comisión en Granada para empezar el uno de Julio, así que tomó vacaciones en Barcelona y en junio ya estaba aquí con nosotras. Volvíamos a estar todos juntos, volvíamos a sonreír.

   Pero para mí no era todo felicidad, empezó mi preocupación. La primera noche que dormimos juntos todo su cuerpo saltaba, pequeños tic en brazos, piernas, abdomen, como si tuviera un ente moviendose en su piel que me daba golpecitos. Entonces se me encendió la luz, eran fasciculaciones. ¡Que malo es saber, que malo es ser del gremio de la sanidad!

   Le dije a Salva que eso no era normal, que tenia que pedir cita para el neurólogo, pero él seguía insistiendo que estaba muy nervioso. Le dieron la cita para tres meses pero yo no podía esperar tanto, estaba tan preocupada y alarmada que hablé con el  médico de AP y lo mandaron a urgencias. Era 22 de Junio y los hijos de Salva venían al día siguiente de vacaciones, así que nos fuimos a urgencias para quitarnos los médicos de en medio y poder disfrutar con los niños de las merecidas vacaciones.

  Lo vió primero un medico residente y solo al verle su cara sabia que pasaba algo malo, confirmaba mi sospecha. Llamó al adjunto, tenían que ingresarlo para hacerle más pruebas.
Le pregunté al neurólogo que sospechaba y me dijo muy bajito, "enfermedad de la motoneurona". ¿Es Ela? pregunté. Su silencio sepulcral y sus ojos me respondieron.

   Me recorrió un escalofrio por todo el cuerpo, me temblaba todo pero no podía demostrar a Salva mi desesperación, así que seguí la burocracia hospitalaria tragando saliba y comiendome las lagrimas.

   Tantas preguntas, tantos miedos. ¿Como se lo iba a explicar a él, a los niños, a la familia...? Salí de la habitación con una escusa y lloré, no podia hacer otra cosa que llorar. Esa noche no pude pegar ojo, sola en mi habitación y Salva en el hospital. Desempolvé " la Harrison" y leí lo que ya sabia, pero necesitaba verlo impreso ¡Por Dios era ELA! De todas las enfermedades ¿Tenia que ser esa?

  

                                    Y lloré.....en el silencio de la noche LLORÉ

1 comentario:

  1. Hola Inma,como me suena familiar todo lo que cuentas... Con la diferencia de que yo ignoraba todo de la ELA. No puedo decir ni hacer nada por ti, ni por mí tampoco... Y esto es lo que hay...
    Un abrazo muy sincero.

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